viernes, 16 de junio de 2017

VIVIMOS UNA SITUACIÓN AL LIMITE



Marcelino Bisbal
El Nacional 16 de junio de 2017

                                                   I

Creo que no hay que ser muy lúcidos para darnos cuenta que hoy en Venezuela estamos viviendo una situación-límite. Creo que no estoy siendo exagerado en mi apreciación. Contemplemos a nuestro alrededor y lo que veremos es que el país se está cayendo a pedazos y que de seguir por esta senda no habrá suficiente “pega loca” para empatar los trozos esparcidos por aquí y por allá. La experiencia que estamos viviendo los venezolanos ojalá nos sirva para no repetirla nunca jamás.

Quienes hoy nos gobiernan y detentan el poder no están conscientes, o quizás sí, que una nación no se piensa y luego se construye sobre los emborronamientos y las chapuzas del presente. Que hace falta inteligencia, pero sobre todo sentido común, para emprender las tareas del hoy y del futuro a partir de las bases y los pilares que en el pasado se conformaron. Hace falta juicio, entendimiento y capacidad para comprender y pensar la nación como encrucijada de vidas, de pensamientos, de diferencias, de diversidades, de interculturalidad…, de pluralidad y no como un camino de uniformidad, de homogeneidad y de unicidad. ¡Es que los venezolanos no somos únicos! ¡El ser humano no es único! El horizonte de un país, de un proyecto nacional, de un proyecto de vida, debe ser visto con una mirada más larga, más diversa y que además sea capaz de otear en el horizonte del presente las peculiaridades y las diferencias que nos distinguen a partir de nuestras propias historias y mentalidades.

La mirada que se quiere imponer en la Venezuela del presente, a partir –como dijimos antes– de la destrucción de nuestro pasado republicano más reciente, es fragmentada y desgarrada. Se está tratando, por diversas vías, de desarticular y hacer desaparecer las viejas cartografías con las que nos movíamos. Porque como dice el poder: “el mapa es otro”, “la situación política actual es otra”.

Es el intento sostenido de imponer una visión política, económica, social y cultural, hasta simbólica, unívoca. Primero fue el nombramiento de unos magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de manera inconstitucional; vino luego el desconocimiento a la Asamblea Nacional y su bloqueo permanente; las decisiones de la Sala Constitucional que fueron denunciadas por la Fiscal General de la República como “ruptura del orden constitucional”; después la inhabilitación política dictada contra algunos gobernadores y alcaldes de la oposición democrática; ante las masivas manifestaciones y protestas de la sociedad ha aparecido la violación sostenida y en ascenso de los derechos humanos y la evidente impunidad…Y para rematar, el intento de modificar la Constitución a través de la convocatoria de una Constituyente Comunal negando la participación del pueblo en un referéndum. ¿Qué más podemos esperar?

                                                                        II

Para que se tenga una idea de lo que estoy tratando de expresar, se me ocurre citar dos imágenes precisas de cómo se nos está y nos estamos viendo:

-Primera imagen: “el país es una embarcación de madera que para avanzar quema como combustible su propia madera. Llegará un momento en que no habrá embarcación y caeremos todos al agua, como náufragos de un bote que ya nadie recuerda”

Y quien nos narra esta imagen se hace de inmediato algunas preguntas: ¿Será que para recobrar un mínimo de sensatez hace falta acumular más y más deterioro? ¿Será que para pensar en términos realmente públicos hace falta primero destrozar al país?

-Segunda imagen: “un autobús quemándose en plena autopista del este, ya de noche y con la cola de retorno completamente detenida, mientras la autoridad contempla y se echa de menos la presencia de un camión de bomberos. Nadie se mueve, todos miran el autobús incinerándose como si fuera un bonzo. Esperando ver las cenizas para poder pasar y volver a la casa”

Después de esta imagen, la cronista nos expresa de manera tajante que esta metáfora de un país ardiendo, sin que nadie registre el incendio, tiene que ver con el giro profundo que han dado las circunstancias en el desplazamiento del centro de gravedad de lo político: lo importante hoy, no es tanto lo que ocurre sino como se cuenta. El campo de batalla –nos sigue diciendo–, es ahora la opinión pública, último poder que el gobierno pretende colonizar, habiendo ya saqueado los territorios institucionales.

¿De qué manera sirven estas imágenes para pensar lo que nos está sucediendo? Porque otras imágenes se nos pueden ofrecer en sentido contrario. En el sentido de “que aquí no está sucediendo nada”. En la idea de que todo está bien y de que todo está permitido porque vamos en el camino correcto y ese es el único verdadero. ¿Qué idea-representación de nación, de país, de familia, de educación, de comunicación, de política, de economía, de cultura es más valiosa que las vidas individuales de una buena parte de la sociedad que tiene otras ideas distintas? ¿Qué sentido tiene describir unas imágenes de país cuando la crítica razonada y confrontada quiere ser sustituida por la subordinación? ¿Se pueden y se deben ofrecer esas imágenes cuando el disenso es juzgado como subversión o infidelidad?

Alguien decía que “la duda es el privilegio de los intelectuales” Yo añadiría que la duda es también el pensar lo no pensado, pensar lo inesperado. Hoy, más que nunca, se nos exige a los ciudadanos de la Venezuela del presente “pensar en medio de la tormenta” y la realidad del país nos está pidiendo un pensar independiente, un pensar nada complaciente con el poder y con cualquier forma de atadura.

En la Venezuela de hoy hay situaciones y acontecimientos que son moralmente inaceptables. No son sólo las diferencias económicas y políticas, es la retórica marcada desde la cúspide del poder de hacernos creer y sentir la presencia de que aquí hay dos naciones, dos venezolanos, que ya tienen poco en común. Hablo y escribo desde la actualidad. ¿Y que nos está diciendo la realidad que todos vemos y que ya resulta difícil de ocultar?

-El Estado ha perdido los límites que lo definían y se ha transformado en un aparato amorfo que cada vez más se va pareciendo a una “maquinaria” de control y secuestro de las instituciones.

-El protagonismo militar ha ido ocupando espacios civiles ante la mirada, sino complaciente de gran parte de la sociedad, por lo menos nos va resultando ya un hecho casi natural y lógico.

-Las necesidades económicas reflejadas en la inflación, el desempleo, el deterioro del sistema productivo privado, el excesivo gasto público que no es capaz de saciarse, la dependencia casi absoluta de la renta petrolera hasta límites que no eran pensables,… en fin todas esas necesidades que han ido quebrando fuertemente el horizonte de expectativas que nos habíamos imaginado y soñado.

-La creación, poco a poco y de manera sostenida, de un megaestado. Un Estado que controla cada vez más todas las instancias de la economía. Este megaestado hoy está presente ya no sólo como regulador sino como productor y empresario a la vez.

-La idea de crear un partido hegemónico –hoy el PSUV– y un proyecto hegemónico de nula cultura democrática como es todo lo único.

-El excesivo personalismo que encarnó la figura del presidente de la República, que sacralizan sus partidarios y los más allegados al poder.

-La centralización como creencia que desde allí “todo se va a resolver”, sin comprender que uno de los logros y conquistas ciudadanas más significativos de nuestra historia democrática fue la descentralización administrativa en muchas esferas del poder del Estado.

-La evidente polarización y conflictualidad en la que vivimos, que lejos de desaparecer y disolverse ha ido acrecentándose por unas acciones y una retórica de la exclusión, la confrontación y la violencia. Es la presencia de la polarización política que ha ido creciendo y creando espacios de intolerancia y de no-convivencia, al punto que se ha venido convirtiendo en una forma de vida y de cultura.

-El surgimiento, publicitado además, del resentimiento social como manera de querer comprender nuestras debilidades.

-El empeño de voltear la historia republicana intentando, de manera insensata y poco responsable, reescribirla desde el personalismo, el caudillismo y el mesianismo.

-La insistencia de construir un proyecto de país teniendo como modelos experiencias más que fracasadas y superadas por la historia de los acontecimientos recientes. Los signos que se han hecho presentes tiene como fundamento los parámetros del centralismo, de la ausencia de todo contrapeso, del personalismo, de tinte militarista y además con la presencia de un Estado monocolor y tutelar de todas las actividades de la sociedad.

-El politólogo Arturo Sosa caracteriza este modelo, es decir “el chavismo realmente existente” con los siguientes rasgos que se fueron imponiendo desde 1999: -Rentismo estatista; -Estatismo nacionalista; -Centralismo en la figura del Presidente; -Apoyado en los militares; -Masificación política; -Democracia plebiscitaria;-El PSUV, como partido único, como correa de transmisión;-Internacionalismo revolucionario. Integración de los pueblos latinoamericanos que no sea solamente económica, sino ideológica; -Voluntarismo político.

                                                                                III

Lo que se ha querido imponer en el país, a lo largo de estos 18 años, es un proyecto antihistórico para perpetuarse en el poder y los beneficios que ese mismo poder otorga. Estamos en presencia de unos individuos, tanto civiles como militares, en donde la ideología que dicen profesar quedó a un lado si es que alguna vez la tuvieron. Desde ahí la necesidad de construir un superpoder o big brother orwelliano orientando los designios hacia dónde debe conducirse la sociedad. La única manera de seguir sosteniendo el estado de cosas que están ocurriendo y las que se quieren imponer es a través de una conducta delictiva en contra de la voluntad del pueblo.

En el 2009 el desaparecido Hugo Chávez dijo: “Después de mí, el vacío, el caos”. En esto no se equivocó al ver la Venezuela-hoy. Lo que sí tenemos claro es que este des-orden empezó con la transformación del gobierno en un régimen, con el secuestro de las instituciones, con el desmejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, con la concentración de los poderes, con la invocación de valores humanistas que el mismo poder incumple y con la idea –puesta en práctica a lo largo de estos casi ochenta días de manifestaciones y protestas– de que el poder solo puede tener eficacia cuando se expresa como fuerza y además militarizada. Pero estos indicadores, que sustentan a un gobierno evidentemente autoritario queriéndose convertir en un gobierno totalitario, no cayeron del cielo. Claro que Hugo Chávez tiene responsabilidad y ¿nosotros?

Estamos viviendo un momento en que los hechos de la realidad presagian, como nos dice Edward E. Said, acontecimientos inesperados por eso no se entiende la indiferencia de algunos cuando “nuestro combate es un combate por la libertad”.

viernes, 2 de junio de 2017

"La única manera de que La Constituyente cristalice es que el Gobierno sea Militar"



Desde Colombia, Tulio Hernández aspira a que aparezca un héroe de la transición. Maduro sabe que si cede está amenazado no sólo de perder el poder sino de perderlo todo porque no quiso hacer política en el momento justo para no convertirse en esta minoría que es.

El sociólogo y columnista venezolano, Tulio Hernández, decidió dejar Venezuela tras las amenazas vertidas públicamente por el presidente Nicolás Maduro de llevarlo a la cárcel por la publicación de un mensaje en Twitter donde llamaba a la población a defenderse de los colectivos armados. No quiere considerarse por ahora un exiliado y advierte sobre la inexistencia de garantías en el país producto de la falta de autonomía de los poderes públicos que lleva a un abuso de poder como el que han sufrido el periodista César Miguel Rondón y él. En Bogotá, donde presentará este viernes su último libro Venezuela: una nación a la deriva, accedió a conversar con Tal Cual sobre la crisis venezolana.

-- Un día usted se acostó como ciudadano venezolano con todos sus derechos y al día siguiente amaneció engrosando las filas de los exiliados venezolanos.

-- No es exactamente exiliado en el sentido legal del término. Porque lo que ha logrado este gobierno es una estrategia muy parecida a la de la dictadura uruguaya de los años 70 y 80 que amenazaba a la gente con cárcel o con juicios y como la gente sabía que los juicios eran amañados y que no había el debido proceso, sencillamente huía de inmediato. Y en Venezuela eso es lo que está aplicado el Gobierno. El presidente Maduro nos amenazó en cadena de radio y televisión a César Miguel Rondón y a mí de que debíamos estar presos por incitar a la violencia.

Obviamente eso es anticonstitucional porque un Presidente no puede juzgar, no puede tomar partido. Lo más que puede pedir es que se abra un proceso. Pero el Presidente no es el sistema judicial. Esto demuestra fehacientemente, no queda ninguna duda, que en Venezuela no hay autonomía de poderes. Eso se practicaba desde la época de Hugo Chávez quien, por ejemplo, amenazó con cárcel al ex candidato presidencial y ex gobernador del Zulia, Manuel Rosales, quien tuvo que irse. Chávez también llegaba a una esquina y decía me expropian ese edificio y al día siguiente lo expropiaban sin ningún proceso, sin ninguna evaluación. Personalmente es una experiencia. Yo siento que me estoy tomando unas vacaciones necesarias pero no considero todavía que esté exiliado.

-- Usted dice que técnicamente no se considera un exiliado pero en los hechos sí lo es. Volver a Venezuela puede significar un gran riesgo.

-- Sí, pero mientras no haya ningún proceso abierto, un juicio, un allanamiento que es lo que suelen hacer para intimidar, yo, para mi salud mental, me lo tomo como que estoy en unas vacaciones. Además, efectivamente, tenía que venir a Colombia a presentar mi libro Venezuela: una nación a la deriva, lo que estaba planificado para esta época y posteriormente en Madrid. Así que me lo tomo como una situación ambigua, no como una situación de hecho, de facto.

-- ¿Qué significa que un Presidente de la República pida públicamente por televisión que usted debería de ir preso?

-- Es un abuso de poder, un regreso a las épocas dictatoriales, a la época gomecista y a la época de los caudillos rurales. Y es una tristeza porque demuestra que los ciudadanos estamos sin ningún tipo de protección. Si el Presidente puede hacer eso y ningún otro poder sale a decirle que eso no está en sus atribuciones pues sencillamente nos encontramos en una involución.

-- Las amenazas del presidente Maduro se produjeron tras un mensaje suyo en Twitter donde sugería a la población neutralizar desde sus hogares con cualquier cosa, incluso con un matero, la acción criminal y vandálica de los colectivos armados. ¿Puede explicarnos en qué contexto lo escribió?

-- Es probable que lo haya hecho en un momento de desesperación. Estaban invadiendo la vivienda de una familia mía en Los Andes y me llamaron preocupados. Yo soy un pacifista que creo en la lucha democrática. De hecho, me opuse abiertamente por televisión contra lo que se llamó el Carmonazo. Me opuse radicalmente al paro cívico nacional que algunos llaman el paro petrolero, en 2002-2003. Me opuse con contundencia a la decisión de no participar en las elecciones legislativas de 2005. Y me he opuesto a quienes piden a los militares demócratas que den un golpe de Estado. Sostengo que cualquier salida que no sea civil y democrática es un retorno. Pero también creo que nosotros tenemos que defendernos, que no podemos dejar que los colectivos armados y todos estos grupos que se va inventando el Gobierno puedan hacer lo que les da la gana. Por eso no creo que haya ninguna contradicción entre defender una salida democrática y defender la vida de uno y de su familia. Por eso no estoy tan de acuerdo con los que cuestionan ciertas actitudes de violencia de sectores de la oposición pues esa es una violencia defensiva.

Si yo voy caminando pacíficamente ejerciendo un derecho constitucional y sistemáticamente unas tropas armadas con metras, con bombas y con perdigones me atacan, yo debo de tener un mínimo derecho a defenderme, a protegerme. Quien genera la violencia en Venezuela no es la oposición. Quien la genera es el gobierno porque impide sistemáticamente el ejercicio de un derecho. Es más, creo que los sectores democráticos han sido extremadamente pacíficos. En Venezuela la gente ha soportado agresiones, prisiones, violaciones y no conocemos un solo acto de terrorismo como se conoció en el franquismo en España, como vimos en el caso de las Brigadas Rojas en Italia o en Colombia por cosas menores que las que hemos vivido.

Hay que tener cuidado con caer en la trampa del Gobierno que cada vez que alguien cuestiona y rechaza los ataques de los colectivos armados, que son unos aparatos obviamente de carácter fascista inspirados en los Camisas Negra de Mussolini, los sataniza diciendo que los violentos son los opositores cuando son ellos los generadores de violencia.

-- La última ocasión cuando se produjo una importante presencia de exilados en Venezuela fue durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en los 50. En la década siguiente se produjeron algunos casos producto de la insurgencia armada. Pero desde entonces el exilio era algo extraño y lejano para los venezolanos. Incluso la democracia fue magnánima con los militares alzados en armas en 1992.

-- Sí, lo que pasa es que siempre el exilio venezolano fue político. Y por primera vez en la historia tenemos un exilio masivo en el que el componente político es muy pequeño en comparación con el componente de gente que está buscando alternativas económicas y profesionales o está huyendo de la inseguridad que creo que es una de la causas mayores del exilio. O ve que se cerraron las puertas para la vida democrática y ante el fracaso económico irreversible del Gobierno deciden irse a otro país.

Lo interesante es que Venezuela, probablemente el país que fue más abierto a los inmigrantes en toda América Latina, un país cuya entrada al Siglo XX se produce en los años 40 como decía Mariano Picón Salas, se hace a través del exilio interior y de la inmigración desde el exterior. Es decir, la vida en las grandes ciudades se hace con los andinos, los orientales y los llaneros que emigran a las urbes junto con los españoles, los italianos, los portugueses y los libaneses, primero, y los colombianos y los exiliados políticos del Cono Sur, después. Somos una sociedad, en ese sentido, muy abierta, multicultural.

Nuestras costumbres están absolutamente marcadas por el peso de las migraciones. Y pasamos de ser un país receptor de migraciones a uno exportador de las mismas. Esto nos tiene muy perturbados. No tenemos cuentos como los de los abuelos italianos o españoles que nos digan que esto ha ocurrido siempre. Nos llega además a una generación que creía que el futuro era inexorablemente bueno. Los que tenemos entre 50 y 65 años crecimos en democracia y creíamos que el país iba directo al desarrollo, que íbamos a ser siempre ricos. Pues no, todo esto se invirtió y ahora se mezclan dos cosas: la migración a secas por razones económicas y profesionales que comenzó mucho antes del chavismo, recordemos a los balseros del aire venezolanos en Miami, y la sensación de impotencia, de dolor, de desesperación y hasta de culpa que le produce a muchos estar afuera buscando la vida aunque estén siempre pegados como un cordón umbilical con lo que ocurre en Venezuela.

Yo he estado en casas de amigos venezolanos en Miami o Madrid que sabían más de Venezuela que yo que vivía allí. Esta mezcla está produciendo un nuevo tipo de venezolano, uno que está fuera del territorio y que según el sociólogo Tomás Páez llega al orden de los dos millones, que está aprendiendo a emigrar, a organizarse y a actuar políticamente fuera de su territorio. Son tres aprendizajes muy difíciles, uno el de ser migrante, dos el de sufrir de alguna manera pequeñas discriminaciones y estigmas, en unos países más que en otros, y tres la enseñanza política. Es un aprendizaje que también es psicológico, pues mucha gente tiene que aprender cómo estar afuera y no sufrir tanto por el país. He visto a gente llorar y debe de haber un proceso de fortalecimiento interno y de organización que ayude al que está en el exterior a sentirse que es útil. Eso eliminaría o aligeraría esa sensación de culpa o de inutilidad que algunos tienen en relación a salir de esta dictadura cada vez más fuerte.

-- ¿Sabremos algún día las consecuencias de este fenómeno migratorio masivo? ¿Aportará elementos positivos al país?

-- Sí y siempre ha sido así. La emigración, por ejemplo, tiene una parte que se refleja en que se me fue un talento de la universidad, pero tiene otra parte y es que ese talento que está afuera puede ser ahora un gran articulador entre lo que ocurre en el extranjero y lo que ocurre en Venezuela. De hecho, el sociólogo Tomás Páez cuenta que se están dando casos en que por ejemplo un investigador que está en Boston, digamos en un centro de cardiología, logra que un hospital o una sociedad cardiológica de Massachusett le done a una universidad venezolana unos equipos que son indispensables en Venezuela. O cómo se van creando redes científicas, académicas o de la industria de la restauración. También tenemos el caso de jóvenes que se han convertido en exitosos, exigentes e innovadores emprendedores afuera. Imaginemos el potencial de gente que vamos a tener que está en la cresta de la ola en distintos campos. Seremos más cosmopolitas y nos miraremos menos al ombligo. Para la reconstrucción esa gente va a ser indispensable. Esto también es una gran ganancia.

-- ¿Tras el incidente del mensaje en Twitter qué ha pensado sobre el papel de las redes sociales? Son innumerables los casos en que las opiniones allí expresadas generan malas interpretaciones y confusión. Y buena parte del debate de ideas a nivel mundial tiene lugar allí. Trump es un caso emblemático.

-- Las redes sociales son la nueva realidad de la información. Allí hay tres fenómenos importantísimos. Para el caso venezolano y de otros países donde hay restricciones a la libertad de expresión, sin las redes no hubiese sido posible este movimiento político tan vigoroso que se está produciendo. Y estamos viendo mucha capacidad de innovación, como estos portales que dan noticias cada dos o tres horas donde participan muchos periodistas y donde se lucha contra el anonimato y los rumores, eso que se llama la post verdad. La gran ventaja de las redes sociales es su capacidad para derrotar a los sistemas de control de los poderes políticos y de los grandes emporios informativos.

¿Cuál es el problema? Que también las redes sociales por su facilidad y su fragilidad se prestan para todo tipo de manipulación y engaño y necesitan de un proceso de educación de los usuarios para aprender a distinguir entre lo falso y lo verdadero, entre el rumor y la noticia, entre la estrategia de generar confusiones como lo hacen el G2 cubano y el gobierno venezolano, inventando noticias para luego atribuírselas a la oposición. Esas son las dos caras de las redes sociales. Creo por lo tanto necesaria una nueva educación y, a la larga, vamos a ver el surgimiento de algo equivalente a los periódicos en las redes sociales, pues éstas generan una especie de caos, de dificultad para que el ciudadanos pueda enterarse, hacerse una visión de conjunto de la realidad.

Ese era el papel del periódico, que empaquetaba la realidad de una manera que le daba sentido a lo que era difuso. Hoy en día no, hoy si sólo vemos un solo tipo de red podemos quedar desinformados de lo que ocurre en nuestro país o en el mundo. Hoy, por ejemplo, en Venezuela no nos podemos enterar del movimiento cultural en conjunto porque no hay secciones culturales que nos digan hay esto en artes plásticas, en teatro, en literatura, en música, en patrimonio. Y si vemos únicamente determinados portales no tenemos la visión de conjunto. Por eso creo que muy pronto aparecerán con más fuerza portales y servicios que tengan suficiente credibilidad y que ayuden al ciudadano a organizar una visión más de conjunto, menos segmentada y fractal de la realidad que la que se logra hacer hoy en día en Internet.

-- Usted se fue de Venezuela en un momento de máxima tensión, con masivas protestas diarias que han dejado más de medio centenar de muertos. ¿Cuál es su diagnóstico de la situación nacional hoy? Hace tres años usted dijo en una entrevista que no vivíamos en dictadura pero tampoco en democracia. Desde entonces ha corrido mucha agua.

-- Recientemente escribí un artículo titulado La nueva etapa, donde decía que eso que yo y mucha otra gente había denominado el neo autoritarismo, que era una manera de ejercer el poder tratando de lograr el mismo control absoluto de las dictaduras pero sin abandonar la máscara democrática, es decir haciendo elecciones, revocatorios, permitiendo la existencia de partidos políticos, dejando algunos medios de comunicación privados, ya terminó. Para eso hay tres hechos decisivos.

Primero la muerte de Hugo Chávez. Al quedarse el chavismo sin Chávez se queda sin su corazón pues a diferencia de los demás movimientos políticos de la democracia venezolana no responde a un partido político sino a un aluvión de opinión y de emoción que se crea en torno a una persona. Betancourt, Leoni, Caldera y Lusinchi fueron presidentes no porque fueran unos héroes o unos líderes de masas sino porque formaban parte de un partido y una doctrina. Al no estar Chávez, que fue el que creó ese aluvión, el chavismo pierde su corazón. No por casualidad Fidel Castro decía que sin Chávez no iba a haber revolución. Y por eso la muerte de él es un momento de quiebre absoluto en el proyecto que giraba alrededor de su persona.

En segundo lugar, la pérdida de la popularidad. Al convertirse en minoría en las elecciones legislativas de 2015 ya el chavismo no puede seguir siendo neo autoritario y tiene que tomar una decisión: o es autoritario de verdad y se convierte en una dictadura de hecho o tiene que ceder el poder, con lo cual ya no sería una revolución porque las revoluciones no entregan el poder. Estamos entonces en un momento en el que empieza a acabarse la etapa neo autoritaria y entramos de lleno en lo que estamos viviendo que es un intento de gobierno autoritario, dictatorial, que no termina de atreverse por las circunstancias internacionales, por el costo en vidas que significa y por la desgracia económica que acarrearía. Por lo tanto, ya la oposición no puede seguir haciendo política como la hizo hasta ahora cuando había un pedazo de juego democrático y había que usarlo. Pero en estos momentos estamos en otra situación, estamos jugando con un jugador que tiene las cartas marcadas, mientras que nosotros estamos rodeados por unos hombres armados que nos tienen secuestrados. La imagen que yo tengo de Venezuela hoy es la de un tahúr que está jugando con un turista que va en un barco fluvial a la deriva, donde los pasajeros van secuestrados por una minoría de hombres armados.

El punto es que esos secuestradores también van en ese barco a la deriva y nadie sabe a cuántos kilómetros está el salto de agua. La oposición está haciendo lo correcto y es no seguir esperando si un día el Gobierno acepta cumplir la Constitución. Tiene que estar en la calle, peleando, luchando, enfrentándose, en un camino sin retorno. Ese es el problema en este momento: los dos sectores están sin retorno. El Gobierno sabe que si cede está amenazado no sólo de perder el poder sino de perderlo todo porque no quiso hacer política en el momento justo para no convertirse en esta minoría que es. Y la oposición democrática porque sabe que si retorna se va a encontrar no con el neo autoritarismo sino con el autoritarismo puro, gobierno militar puro, del cual no podremos salir en muchos, muchos años, si logran ejecutarlo. Lo trágico es que este juego, con los dos bandos confrontándose sistemáticamente, puede durar años. Está claro que una buena parte de los ciudadanos demócratas está decidida a jugársela todas con tal de no aceptar la imposición totalitaria de un gobierno militar que ya ni quiera tiene máscara democrática.

-- Maduro está intentando imponer la Asamblea Constituyente como un salvavidas para superar la actual crisis y mantenerse en el poder. ¿En vista del rechazo que esta propuesta ha generado es factible que cristalice y, de ser así, qué consecuencias traería?

-- La única manera de que la Constituyente cristalice es que en verdad el gobierno sea ya militar, es decir que las tropas saquen a los diputados de la Asamblea Nacional y metan a los nuevos que van a nombrar. En los términos en que está planteada la Constituyente, la manera en que se eligen los constituyentistas, no hay derrota posible, porque es a dedo, no son elecciones libres y universales. Es el fin de la democracia. Luego esa Constituyente eliminaría las gobernaciones y eliminaría las alcaldías. Mientras tanto llegaríamos a 2018 y ellos lograrían tomar un año de aire que es lo que se han planteado. Yo veo muy difícil que la Constituyente suceda, a menos que ellos estén dispuestos no ya a 50 muertos en 50 días sino a miles de muertos en los próximos 50 días.

-- Apenas semanas antes de las protestas, la oposición parecía dividida y desorientada e incluso arrinconada por el Gobierno. ¿Advierte algún cambio en el mundo opositor venezolano?


-- Sí. Creo que no es fácil hacer política en las condiciones que le toca al liderazgo de la oposición. Nosotros sabemos hacer política en democracia. Incluso, si nos atenemos a la experiencia de nuestros padres, sabemos hacer política en dictadura. Pero no sabemos hacer política frente a un Estado malandro, que es lo novedoso. Este no es un Estado comunista, este no es un Estado militar clásico a lo Pinochet, este no es un Estado democrático. Este es un Estado malandro, es decir un Estado que viola sistemáticamente las reglas de juego, se burla del otro, lo desconoce y los desprecia. Pero tampoco es capaz de llevar la sangre al río que es la condición necesaria para hacer la revolución.

Por eso, en apenas 10 años Cuba fue otro país porque la revolución mató a un montón de gente, después mandó al exilio a otra parte, cambió la moneda, eliminó la propiedad privada. Estos han querido hacerlo poco a poco y no han podido porque les fallaron los dos pilares básicos del proceso: Chávez y los petrodólares. Y sin ellos el modelo es imposible. Por eso han tenido que ir hacia el lado represivo. Hacer política en estas condiciones es muy difícil. Hay que tener mucha imaginación pues no sabes exactamente con qué viene el contendor. No es como hacer política en Costa Rica, en México o en Brasil donde los poderes todavía tienen autonomía.

Creo que la oposición entendió tarde, pero lo entendió, que ya no se podía seguir haciendo política como antes. Esta decisión no solamente la ha unificado sino que demuestra que en este momento todos los modelos de lucha son necesarios: la gente que sale pacíficamente con su familia y llega hasta un punto porque no quiere correr riesgos con las bombas. Esos son los indispensables. Pero el que confronta en una pequeña población a unos militares que ni siquiera lo dejan reunirse y se enfrenta con violencia defensiva, ese también es necesario. Y los imaginativos que están proponiendo la lucha pacífica, como los periodistas que se montan en los autobuses y dan las noticias a través de un recuadro de cartón que imita a un televisor, esos también son necesarios. En este momento los tres modos de lucha son indispensables pero teniendo claro algo. Si no tenemos disciplina, si no respetamos las decisiones de la dirección política, si no aceptamos que sólo debe haber una sola dirección política no vamos a salir de esto. Y eso tiene que ganárselo la dirigencia. Y a tanto opinador loco que hay por allí suelto hay que pedirle que se calle mientras no tenga alguna alternativa sólida.

-- Estamos viendo en el chavismo un incesante goteo de personas que se están desmarcando del gobierno de Maduro. ¿Qué tan importante puede llegar a ser este fenómeno? ¿Puede preverse una fractura más clara y traumática?

-- Este goteo es importantísimo porque demuestra que ya no está la figura que cohesionaba. Demuestra, además, que mucha gente ya no tiene miedo al chantaje. Todo el que se salía del chavismo era castigado. Iba preso, perdía su carrera política, se le hostigaba a su familia. Ahora son más numerosos, como se ve con los casos de Marea Socialista, la fiscal Ortega y Mary Pili Hernández. Así fue como cayó Alemania Oriental y de alguna manera el bloque soviético.

Cansados de proteger cosas horribles, violaciones de derechos, equivocaciones económicas, muchísima gente, incluyendo los cuadros medios y bajos de las fuerzas armadas empezaron a desertar literalmente del proyecto hasta que cayó el Muro de Berlín. Esta es otra época, no hay Guerra Fría, no hay un modelo comunista pero, moralmente y también operativamente en términos de gobernabilidad, estos quiebres van minando la capacidad y la eficacia del gobierno. Yo espero, en el fondo, que aparezca una figura de esas que Hans Magnus Enzensberger llama héroes de la transición, que no son los que construyen grandes procesos sino los que ayudan a que terminen de la manera menos costosa posible.

Hablo de hombres como Gorbachov o como Adolfo Suárez, quienes impidieron que el final del mundo soviético terminara en una catástrofe o que el final del franquismo terminara de nuevo en una guerra. Son hombres que siendo parte de los regímenes que están muriendo, se convierten en grandes facilitadores tanto para que no vaya la sangre al río como para que también se respete a los miembros del gobierno anterior y se les preserve sus derechos. Ojalá apareciera un héroe de esos en este momento.

-- Las simpatías activas o pasivas que despertó Chávez en el mundo han pasado hoy en día a un creciente aislamiento internacional del gobierno de Maduro. ¿Aprecia este cambio como un factor fundamental en la salida a la actual crisis? ¿Se puede mantener en el tiempo? Se lo pregunto porque gobiernos muy críticos con Caracas como el brasileño están hoy también en la picota. Y vemos igualmente cómo el gobierno nacional logra tomar aire con la venta de los bonos de Pdvsa a Goldman Sachs.


-- Creo que la era de oro del Socialismo del Siglo XXI y del mito de Chávez terminó. El chavismo, para usar una frase que utilizó Bentancourt contra Jóvito Villalba, es un cadáver insepulto que se mantiene con vida en una sala de terapia intensiva a través del respirador mecánico que le dan los militares, los grupos paramilitares y las organizaciones de inteligencia cubanas. Están muertos en la opinión internacional pero eso no significa que eso tenga una grave repercusión en la vida nacional porque, por la vía en que va el chavismo, puede terminar como la Albania de Enver Hoxa, aislado claramente del mundo.

Me salgo de la OEA, me algo de la ONU, me salgo de la CIDH, me salgo de la OMC, soy un Estado rebelde. Y eso en una cabeza enajenada como la de estos fanáticos es muy fácil que pueda ocurrir. Nos metería en un problema de grandes dimensiones porque podríamos pasar años en caos y además las oposiciones podrían generar movimientos que se les vaya de las manos a los líderes políticos. Podríamos entrar en un caos donde, como en los años 50 colombianos, se creen grupos que operan violentamente sin tener ninguna conexión con algún partido u organización. No la tenemos fácil ni los que dirigen el gobierno, ni los que dirigen la oposición, ni los ciudadanos comunes.

Estamos en un tipo de guerra muy paradójica, muy nueva. Un tipo de guerra que no se parece ni a las guerras civiles ni a las operaciones represivas de las dictaduras, sino a una rebelión popular que no logra cristalizar porque no tiene la fuerza suficiente para pasar por encima del aparato represivo del Estado. Esta forma de rebelión está generando mucha imaginación política, mucha imaginación comunicacional, nuevas formas de organización y solidaridad entre la población, nuevos mecanismos de lucha violenta inteligente como esos en los que queman y se burlan de las tanquetas o aquellos en los que han aprendido a hacer correr a los policías. Estamos en un momento donde todo se desbordó y así como ellos ponen metras en lugar de balines, del otro lado también aprenden a defenderse. Estamos en un momento muy lamentable, con la desgracia de que no veo al Gobierno con ganas de dialogar, con ganas de hacer lo único que se les pide: elecciones libres. No creo que las fuerzas internacionales tengan alguna manera de convencerlos de actuar de otro modo. La única posibilidad está en su cabeza y en su juicio. O en una fractura tan grande que los obligue a retroceder.

-- ¿A su juicio, qué desafíos enfrentará el país en una eventual transición?
-- Uff, muchos. El primero, cómo frenar de inmediato dos cosas. Los grupos paramilitares, comprándolos o encarcelándolos, lo que es más difícil. Ocurrió en la Unión Soviética donde después de la caída del comunismo quedó un país de mafias. Venezuela también lo puede ser. El trabajo de desmontar las mafias del narcotráfico, de la manipulación del dólar, de la distribución de mercancías, de las que trafican con personas, es muy difícil de hacer. La segunda es la más importante en términos de calidad de vida y es la recuperación económica. Pero esa yo la veo relativamente fácil comparada con las dimensiones de la otra.

La de las mafias está asociada a la lucha contra la anomia, contra la crisis de espiritualidad. La de la recuperación económica conlleva un costo para la población con cosas que hay que hacer como unificar el cambio del dólar, reducir el déficit fiscal, incentivar la inversión extranjera, recuperar la agroindustria y el aparato productivo. También tenemos que ver cómo recuperamos la autonomía de los poderes. El reto de los venezolanos es doble, recoger los platos rotos del bipartidismo, que los dejó y bastantes, y recoger las ruinas precoces del chavismo que son ruinas morales, ruinas institucionales y ruinas económicas. Es un trabajo de reconstrucción nacional. Es una post guerra, en el sentido de lo que ocurrió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

-- Los retos económicos, políticos y sociales que se le presentan al país en un nuevo panorama nacional lucen como tareas gigantescas. Pero pareciera aún más difícil enfrentar los cambios culturales ligados a los comportamientos que se derivan del rentismo petrolero, potenciados durante el actual régimen.

-- Los cambios culturales son los más lentos pero son los más importantes. Yo diría que hay que atacar seis patologías. La primera, el estatismo que ya venía muy fuerte con el bipartidismo, con el perezjimenismo, con el gomecismo y hasta con Guzmán Blanco. El estatismo en Venezuela está asociado al militarismo que es la segunda tara que tenemos que curar. El militarismo porque a diferencia de otros países, como los Estados Unidos el ejército no fue creado por el Estado sino que el Estado fue creado por el ejército. Por lo tanto, hay lo que podríamos llamar una falla de origen. Y el militarismo está asociado a otra cosa trágica que es el culto a Bolívar. Eso no lo vio a tiempo el bipartidismo y es un caballo de Troya, hermoso, colosal, que lleva adentro los bacilos del militarismo, del individualismo, del mesianismo y del propio estatismo.

Esas tres cosas y el reforzamiento de la iniciativa individual en contra del colectivismo, son cuatro patologías que existían desde antes y que este gobierno exacerbó, multiplicó. La otra patología es el déficit de ciudadanía. El venezolano es un medio ciudadano porque se le ha venido reforzando la idea de que tiene derechos pero no tiene deberes, no tiene compromisos con lo colectivo, no tiene responsabilidades con la vida urbana, no tiene responsabilidades, a veces, ni con el condominio de su propio edificio. Y luego está la anomia que es la quinta patología. Hay que preguntarse por qué tanto odio, por qué los delincuentes venezolanos en vez de únicamente robar tienen que ensañarse con las víctimas, tienen que asesinarlas, por qué tanta agresividad mutua en las calles, por qué tanto irrespeto a las señales de tránsito, por qué tanta generalización de lo delictivo.

La corrupción está instalada desde el señor que te vende un cupo aéreo en un aeropuerto hasta los corruptos que conocemos en las grandes operaciones gubernamentales. Hay un trabajo de reconstrucción de nuestra subjetividad, de nuestro sistema de valores, de nuestro sistema de creencias que tiene que ser abordado muy densamente. Y pongo el ejemplo del culto a Bolívar porque sin él no hubiese sido posible el culto a Chávez. Chávez, de manera muy inteligente, se montó en ese culto que está inscrito en el ADN cultural de los venezolanos y llegó a los extremos que conocemos, impulsado por el hecho de que ya los venezolanos estaban entrenados en la idea de que un solo hombre es capaz de hacer patria. Y eso es una perversión dondequiera que lo pongas.