martes, 28 de julio de 2015

Pasos para hacer un ensayo escrito



Se define como una composición literaria en la que damos nuestro punto de vista o interpretación sobre determinado tema humorístico, filosófico, social, de investigación etc.

1. A la hora de comenzar a hacer un ensayo, tenemos que recordar todo lo que sepamos sobre un determinado tema y empezar a dar nuestro punto de vista.

2. Es bueno leer en actitud de trabajo, es decir, debemos hacer una lectura de estudio profunda para sustentar lo que se va a escribir.

3. El subrayado se hace localizando las ideas principales de los autores; es loque se llama comúnmente resumen, que servirá para fundamentar el ensayo con textos o frases al pie de la letra, entrecomillados.

4. El análisis: consiste en la clasificación de la información, en ordenarla, entenderla e interpretarla.

5. La síntesis: es el paso más importante, pues consiste en saber expresar las ideas de los autores con las palabras de uno mismo. Tener el concepto, la idea, es el objetivo de este momento y saber expresarla en forma oral o por escrito utilizando tu propio estilo.

6. El comentario: es un aporte personal, acompañado de reflexiones, críticas, comentarios y propuestas.

7. De acuerdo a su estructura, el ensayo debe presentarse en un determinado orden:

Introducción: es la que expresa el tema y el objetivo del ensayo; explica el contenido y los subtemas o capítulos que abarca, así como los criterios que se aplican en el texto, es el 10% del ensayo y abarca más o menos media hoja.

Desarrollo del tema, contiene la exposición y análisis del mismo, se plantean las ideas propias y se sustentan con información de las fuentes necesarias: libros, revistas, internet, entrevistas y otras. Constituye el 80% del ensayo; abarca más o menos de 4 a 5 páginas. En él va todo el tema desarrollado, utilizando la estructura interna: 60% de síntesis, 20% de resumen y 20% de comentario.

Conclusiones, en este apartado el autor expresa sus propias ideas sobre el tema, se permite dar algunas sugerencias de solución, cerrar las ideas que se trabajaron en el desarrollo del tema y proponer líneas de análisis para posteriores escritos. Contemplan el otro 10% del ensayo, alrededor de media página

Bibliografía, al final se escriben las referencias de las fuentes consultadas que sirvieron para recabar información y sustentar las ideas o críticas; estas fuentes pueden ser libros, revistas, internet, entrevistas, programas de televisión, videos, etc.

miércoles, 8 de julio de 2015

CUENTO DE LA GRITA

El cuento es de La Grita y sus personajes inciertos, razón que nos deja un poco alejados de la picaresca imaginación de sus protagonistas. Pero igual vale la pena escribir sobre los ingenios de algunos personajes para salir del atolladero e infortunios que parecen cerrarles la vía por algunos instantes.

La cosa fue que el profesor Rosario, hombres de amplias convicciones, utilizaba su casa para hacer trabajos particulares a personas que solicitaban sus servicios en las ciencias del saber. El noble enseñante pasaba gran parte de su tiempo calmando las ansias de conocimiento que azotaban a los alumnos, siempre empujados por la autoritaria manía de los maestros de entonces, quienes decidían soberanamente sobre lo que convenía a sus alumnos, sin que el padre del muchacho pudiera terciar o, al menos decir, si estaba o no de acuerdo. La  voz y la acción del maestro era  de  tal autoridad  que si algún mocetón se atrevía a cuestionarla, era sometido a castigos que rayaban en lo inhumano y lo peor podía pasarle si el representante  encontraba rastros de cualquier golpe o una queja del maestro, ahí si ardía Troya, porque la pasada de rejo, palo, fuete, chuco o cualquier otro instrumento que sirviera para bajar el estrés de los padres,  llovía a cántaros sobre la humanidad del pecador. Eran tiempos en que no había tanto científico social  que pronosticara perturbaciones de personalidad por castigo, ni padre  dedicado a demandar a un maestro ante la LOPNA, simplemente se asumía el  cachiporrazo por  una culpa y sabías que si la volvías a cometer, la “palamentazón” estaba segura. Sin caer en juicios de valor sobre, si fue mejor  o peor la época que  gustosamente nos tocó vivir, el caso fue que sobrevivimos y la generación que creció al abrigo de los juguetes tirados por pita, la rueda y el runche, son hombres de bien, trabajadores y excelentes padres de familia.

Volviendo al relato del profesor  Rosario, se hizo un día en que sus ocupaciones se habían multiplicado y el desentendido y porfiado  catedrático dejó entreabierta la puerta que daba exactamente a la calle por donde circulaba la multitud. La casa de altillo del profe, estaba ubicada a escasos metros de la esquina donde despachaba un carnicero de ceño severo que acostumbraba llamar a las niñas para ofrecerles una pipa de mantequilla  que depositaba en la boca de las infantes, no sin antes pellizcarle  los incipientes promontorios que empezaban a brotarles en el pecho. Las más atrevidas, que ya sabían como torear el vicio del meloso pulpero, se le acercaban y le palmeteaban las manos, quitándole la golosina sin dejar que las ensangrentadas manos se posaran sobre su jumper.    
Con sus ahorros de enseñanza, Rosario había adquirido un televisor RCA de 19 pulgadas donde se distraía luego de su faenas, invitando a sus amigos para observar las peripecias del Zorro. El orondo aparato fue ubicado cerca de la puerta de la calle para que fuera visto con envidia por los vecinos y, otro que tanto  rebuscón. Se dio el famoso  día de todos los cuentos y esa mañana el profe se distrajo más que nunca en sus tareas de enseñanza, olvidando  cerrar la pequeña verja de metal que separaba el paso entre el salón y la acera. Por allí  fue que penetró sigilosamente  el chorito Ramón  que sin perder tiempo se mandó el RCA al hombro  abalanzándose  hacia la calle,  en el mismo instante en que el  profesor Rosario retornaba a la sala y le chiflaba preguntándole  que se le ofrecía, Ramón, bien entrenado en las lides y marramucias de la vida se volteó electrizado y sin perder la compostura miró directamente a Rosario a los ojos para preguntarle con soltura “ Disculpe…aquí es donde arreglan televisores ??”   

El  desentendido maestro se apuró a ayudar a quien lo estaba robando, haciendo un gesto redondo con su brazo indicándole, “No señor, aquí  impartimos educación, pero vea usted, al doblar en esta esquina queda el taller que busca”…Ramón, no entendió mucho los asomos del profe  , pero inmediatamente se perdió por la bajada de la esquina  con su televisor a cuestas. Cuando Rosario se dio cuenta que algo faltaba en su sala, solo atinó a decir, ese hijoeputa me jodió, quebrando por primera vez su aplomo y su gramática.  

martes, 7 de julio de 2015

EL VELORIO DE MI PADRE

La foto que colgaba en lo alto del féretro hablaba de la vida provechosa  del hombre que reposaba con semblante  tranquilo en aquella pesada nave. Imaginé que, antes que  un velorio, la escena recreaba la entrada al cine Primero de Mayo de Puente Real, donde se exhibían grandes afiches promocionando  las películas del  cine mexicano. Aquella figura de gorra ajustada, bigotico extendido, debajo del  cual se  dibujaba una  sonrisa de galán, más relacionada con los martirios amorosos  de María Félix  que con el recio pelotero que apodaban “Burro Negro”, no dejaban de impresionarme.

Me encaminé hacia la urna, sin apartar por un momento la mirada de la foto, buscando cualquier alteración en el inmenso cuadro. Tal vez,  me dije, pero aún así  las facciones nada tenían que ver con los filtros y las capas que manejan los diseñadores. Así era él. No había forjamiento  en la imagen.

Aún sumergido en la expresividad de la foto pude comprender porque el gran alboroto que se desató al momento de confeccionar la nota luctuosa. “Si metemos a todos no van a caber en la hoja”, susurró una voz a mis espaldas, a quien pedía explicación sobre la ausencia de algunos nombres.

Visité a mi padre  en su lecho, cinco días antes de su fallecimiento.  Wilerma, su esposa, le preguntó que si sabía quién era la persona que estaba parado frente a su cama. Las manos que empuñaron tantos bates,  se movieron temblorosamente  para expresar con gestos de rabia que al contrario que sus piernas, su mente estaba intacta. Claro que sabía perfectamente quien era yo. Me miró en tono suplicante como pidiéndome  que lo sacara de ese trance.
Ese día lo vi muerto. Lo sentí desesperado,  intranquilo, inconforme con su  estado de postración.     A sus 91 años, la fulgurante "Estrella de Cuquí"  buscaba un atajo que lo mandara a la banca.  Ahí  quedaban sus jonrones, su  fama de  Juan Charrasqueado, sus métodos de enseñanza, su esfuerzo, sus 20 y tantos hijos. Años atrás habíamos conversado sobre asuntos de la vida y me había confiado que  prefería morir  a estar dependiendo de manos ajenas.
Desde que cayó  definitivamente en cama, siempre estuvo pendiente que los relevistas se descuidaran. En tercera, con dos outs  y el juego empatado en el 9no inning, no podía fallarle a su instinto de hacer lo que siempre había hecho.  Ignoró las señas del  coach que le había advertido que se acomodara en la cama porque se podía caer. Eran más de las 12 del  domingo. La mayoría del estadio estaba en silencio esperando que el Muchachote se quedara en tercera hasta bien entrado  el 2015. Había confianza en muchos de los asistentes de que ese extrainning  les permitiera pasar las fechas decembrinas.
Yo, que compartí  solo algunos días de su  retiro  dudé nucho  que  aquel  árbol  de orgullo  pudiera  resistir a que el peso de los años doblegara  esas leyendas  de pasión por el deporte,  por las mujeres, por el trabajo  y, ya en su declive, por la familia.  Uno de los aspectos  más resaltantes  en el recorrido de Tulio Hernández  fue su capacidad para hacer que las madres de sus hijos sintieran siempre un respeto casi religioso hacia él, a pesar de su paternidad irresponsable.  “A su papá lo respetan”, solía decirnos mi madre, quien no dejaba de admirarlo a instancias de saber que existían  otros hijos  paralelos en edades de nacimiento con los 4 suyos.    

Bajé la mirada  sobre la ventanilla del ataúd y me encontré con la sonrisa pícara de la foto que pendía en lo alto. Allí estaba el grueso roble de Rubio,  con sus dedos entrecruzados rindiéndole tributo a una vida llena de contradicciones. Este es mi padre. Lo vi tranquilo, lo vi resucitado, se había robado el home. 

lunes, 6 de julio de 2015

FÁBULA DEL POLLITO, LA VACA Y EL GAVILÁN



Debo confesar que esta fábula, la más deliciosa  representación de muchos en la actualidad, cuando el destino les da la espalda, fue la carta de presentación del  excelente Gabriel Ugas, profesor de la cátedra  de formación a la investigación periodística e insigne epístemologo de la Universidad de Los Andes, entonces, cuando empezamos  a cursar su materia de la cual guardamos los mejores recuerdos. Ergo,  debo acotar, que nunca le pedí a Gabriel que me la volviera a contar. Fue años después que leyendo la columna de Jesús  Eduardo Brando en el Nacional la sorpresa me invadió al encontrarme con el relato anhelado.
Disculpen los excesos, pero valen la pena...

“Un pollito corre al descampado, esquivando la sombra de un feroz  gavilán que lo codicia, que lo desea y ansía saborearlo con fruición. Sus cortas patas le aseguran una muerte inmediata, no podrá igualar la velocidad del vuelo de su enemigo, sabe que su cuerpo va a ser destrozado de un solo zarpazo si no encuentra refugio inmediatamente. Pero, la suerte le sonríe. Advierte un bulto enorme que se desplaza con lentitud, debajo del cual puede resguardarse. Y así lo hace. Es una vaca, que para mayor fortuna, se detiene con cierta complicidad involuntaria. El pollito amaga hacia la derecha y ahora hacia la izquierda, despista a su perseguidor, y se mete entre las patas del animal. Se siente protegido, descansa, se siente triunfante, invencible. El gavilán aguarda, gira, gira y gira sobre su blanco. De pronto, como en la vida política -, cuando el combate se pensaba decidido, el cuerpo de la vaca se estremece y descarga una inmensa bosta que cubre por completo el cuerpo del pollito,  para luego proseguir su lenta marcha. El pollito,  asqueado, decide sacar la cabeza de aquel amasijo maloliente, y en ese preciso instante, descubre que la vaca está lejos y las garras del gavilán ya le acarician las plumas, y es devorado.

Las moralejas,  nos decía el temido Ugas, son las siguientes: no todo el que te hecha mierda es tu enemigo , no todo el que te saca de la mierda es tu amigo ; y finalmente , cuando estés con la mierda al cuello , no digas ni pío”.  Más elocuencia no se puede....