jueves, 10 de agosto de 2017

LAS PEQUEÑAS VICTORIAS

Hugo Hernández
Nota: Este texto fue escrito en el 2016, después de la Gran Marcha que inundó las calles de Caracas. Decidí publicarlo hoy, 10 de agosto de 2017. Creo que había quedado traspapelado en mi computadora. 

Las pequeñas victorias son las que nos permiten avanzar hacia la conquista del objetivo mayor. Son aires frescos moralizantes que nos ayudan a reencontrarnos con la esperanza de lograr el triunfo final. El primero de septiembre celebramos una pequeña victoria, tal vez, la más importante de los últimos años. Esa gran manifestación de descontento contra el gobierno de Nicolás Maduro selló el excesivo pesimismo que venía envolviendo a las fuerzas opositoras y refrescó la esperanza de miles de venezolanos que apuestan por una salida pacífica y democrática a la catastrófica situación que soportan miles de familias venezolanas.
Fue una demostración de fuerza popular espontánea que la torpeza del gobierno magnificó al poner toda clase de obstáculos para tratar de que miles de manifestantes no se sumaran a la gigantesca ola que se desató sobre los puntos de convocatoria en Caracas. 
Esa pequeña victoria hizo temblar a la cúpula gubernamental que no encontró argumentos para explicar lo que veían los ojos del mundo a través de los pocos canales de noticias que desafiaron el cerco comunicacional impuesto desde las altas esferas de la administración madurista que días antes había emitido una resolución prohibiendo el sobrevuelo de naves, incluyendo los drones.
El primero de septiembre es una fecha que aún resuena como una gesta en los sitios de concentración de Caracas. En los mercados, en el Metro y en el boulevard de Sabana Grande se oyen comentarios de los ríos de gente que se desbordaron por la capital pidiendo a gritos la salida de Nicolás Maduro y su corte de la presidencia de Venezuela. 
La lectura que nos dejó el primero de septiembre debe resumirse en el poder de convocatoria lograda por los miembros de la Mesa de la Unidad. El entusiasmo que llevó a miles de venezolanos a desafiar los obstáculos y a poner en peligro su propia seguridad. La disposición de la gente a acompañar actos de carácter unitario para lograr el objetivo político. Y, por último, el creciente rechazo de que goza el gobierno en las clases populares. 
Estos ingredientes parecieran suficientes para lograr que el Consejo Nacional Electoral publique, de una vez por todas, el cronograma electoral, en el corto plazo. Sin embargo, la prudencia obliga a ver las cosas desde todos los ángulos para evitar el derroche de fuerzas y sobre todo el foquismo que aun desune a los dirigentes de la MUD.
El gobierno, por su parte, sigue haciendo el trabajo de división que le corresponde. Atizar las fuerzas unitarias y crear confusión en las clases populares, parecieran ser las herramientas que mejor les han funcionado a los oficialistas en su empeño por evitar que Nicolás Maduro sea execrado de la presidencia. 
Si Maduro es el objetivo final, la pequeña victoria del primero de septiembre pareciera haberle afectado, no solo su estado de ánimo, sino su convencimiento de que la gran mayoría del pueblo venezolano se opone a que siga gobernando. Con ese compromiso debemos mantenernos en las próximas batallas que serán la restitución de la institucionalidad. Cualesquiera sean los escenarios, debemos concurrir presurosos a cumplir con la Unidad para acabar de enterrar a ese zombi. 
Las experiencias similares vividas en América Latina durante la década de los 70 nos demostró la importancia que significó valorar las pequeñas victorias que a la postre dieron al traste con las dictaduras y pusieron un freno a las ambiciones del generalato que a cada instante se inventaba un golpe militar. 
En Venezuela, la imposición de un gobierno militar se hizo de manera no convencional pero con las mismas consecuencias catastróficas y todavía, con peores consecuencias para la mayoría de la población. El cerco ejercido por el gobierno contra las fuerzas que lo adversan, ha sacado lo peor de los hombres del régimen que se empeñan en mantenerse en el poder a costa de la represión y la violación de la Constitución.
La estrategia de las fuerzas opositoras debe concentrarse en ir desmembrando el gran monstruo en que se convirtió el chavismo durante estos 17 años. Aunque ya no tiene el poder destructivo de antaño, todavía manotea y en sus estertores puede arrastrar a su lecho de muerte a muchos inocentes que confiaron ciegamente en sus peroratas.