viernes, 26 de agosto de 2016

MUNDIAL SIN TV

Hugo Hernández

Aquella tarde, la cosa no llegó a mayores, pero ahora que lo recuerdo bien, debo confesar  que si el negrón le  hubiera metido la mano  al apostador  que los dejó sin aparato para ver el resto de los partidos del mundial, estaba perfectamente justificado, dentro de ese tipo de razones  que carecen de sentido común, pero a las  que algunos epistemólogos les han encontrado explicación y  nombran con el distintivo literal de código oculto.
Para la cita estadounidense, los colombianos gozaban del mayor favoritismo jamás voceado por los medios de comunicación de todas partes del mundo; y entonces porqué los Moreno no podían sacarle provecho a la circunstancia producida por Pacho Maturana  y el Pibe Valderrama,  quienes tenían revolucionado el ya de por sí, excesivo fanatismo colombiano a cuenta de demostrar  que el sistema de moda consistía en  jugar a pases cortos, explotando  en las 18 las  fugaces incursiones de Faustino Asprilla  y el  sorpresivo Rincón, junto a las valencias defensivas del inimitable Rene Higuita.
Con todo ese panorama a favor, Hernando, el mayor de una familia barranquillera conformada por 9 enjundiosos trabajadores,  que  decidieron un día cualquiera cambiar el calor de la costa por una  humilde vivienda ubicada a escasos metros de un expendio de combustible en la vía que de San  Cristóbal conduce a Cordero,  no podía rechazar la propuesta del grasiento  vendedor de chatarras de Táriba, quien en uno de sus desproporcionados  galanteos a Mercedita, la penúltima  de la baraja Moreno,  había cometido el atrevimiento de apostarle a la selección rumana en el primer compromiso que tenían pautado  los paisanos en el grupo C, donde también estaba el anfitrión Estados Unidos y los relojeros catiritos suizos.    
“Eeecheee,, ése man está regalando 500.000 bolos… cómo va a decí que los rumanos nos  van a ganá”. Tras este argumento se tranzó la apuesta, quedando  el clan barranquillero comprometidos a arriesgar  el televisor Panasonic  de 27 pulgadas, control remoto, último modelo, adquirido hacía solo unos días, en un  máximo esfuerzo colectivo,  con  el fin de ver a la tricolor de su país, erigirse como campeona del 94,  contra el medio millón  en efectivo que el recogedor de desperdicios,  prometió dejar a riesgoso resguardo con la “Meche”, tres días antes del encuentro, en clara demostración de sus arrebatos  por  aquellas nalgas casi perfectas  que se movían con diligente atención a la orden del  buen grueso de clientes que acudían todas las tardes  en busca de un piconcito, mientras atacaban  la vitrina cargada de  morcillas, garras, génovas y cochino oreado.   
Las cuentas las redondeó Hernando, convenciendo a todos sus hermanos con el argumento de que ya no había que pagar más por la tele. Visto de esa manera cada uno había aportado 20.000 bolívares para la inicial, excepto Mercedita que no tenía mucho tiempo trabajando.
Y, cada uno también, se iba a ahorrar la cuota mensual de 30.000, más la letra extraordinaria de finalización que estaba por el orden de los 15.000 bolívares. Colombia no perdía contra Rumania, ni con los ojos vendados, por lo que el aporte de  Mechita estaba en permitirle unos recatados excesitos al chatarrero y no dejar que cambiara de opinión  porque así, quedaba el televisor y otro dinero  sobrante para comprar una vitrina  más grande.
Todos se miraron y asintieron con un consentimiento tan hermético que no quedó espacio a dudas sobre la seguridad y la confianza que inspiraba el onceno paisa, “si le metimos 5 a Argentina…a esos desconocidos le metemos 8 y ya.. Por eso se propusieron turnarse, de a uno, cada tarde para esperar al apostador  y animarlo a conservar la palabra, so pena de quedar como un “habla mielda” delante de Mercedita.
La incertidumbre culminó puntualmente, cuando el  mugroso llegó  tres días antes del estreno de la selección de Colombia, con varios fajos de billetes y los entregó a la risueña expendedora que lo invitó a sentarse y tomarse una cervecita a cuenta de la casa, mientras guardaba la voluminosa cantidad en una caja acondicionada con un candado donde también se introdujo la factura  del televisor.
La atención y la emoción no cabían en la sala hasta el punto que tuvieron que mover de sitio el calentador con toda su carga de colesterol.  Los hermanos Moreno se tomaron los primeros puestos, teniendo el cuidado  de reservar una silla más junto a la de Mercedita para Luís el chatarrero, quien había prometido acompañarlos durante los 90 minutos.
Con frío entusiasmo entonaron las notas del himno nacional y vieron como sus paisanos se apoderaban de la pelota nada más sonó el pitazo de inicio. Balonazos fueron y vinieron hasta que en el minuto 17  Rogelio, el más conocedor de fútbol de los barranquilleros,  lanzó  un silbido timorato ante la falta de empuje del conjunto de Maturana. Los ánimos de los reunidos empezaron a entrar en crisis cuando al minuto 19 los rumanos iniciaron lo que a la postre significaría el 3 x1 de la derrota colombiana.
La tortura terminó en medio de un  vendaval de frases de todos los calibres que se  expandió por varios minutos a lo largo y ancho de aquel recinto, las cuales sólo fueron acalladas por el sonido estridente de una corneta que repartía ruidos a diestra y siniestra en franca celebración.
Los Moreno sabían que en San Rafael no habían rumanos y que los ruidos sólo podrían provenir del alebresto del chatarrero con quien resultaron infructuosos  los ruegos para que se llevara el televisor luego de los juegos del mundial.
Ni los susurros coquetos de Mercedita hicieron que el hombre que a diario la acosaba y que ahora afirmaba con desparpajada convicción ser especialista de fútbol, evitó el frenetismo suicida del chatarrero al desenchufar el televisor delante de todos los Moreno  y pedirle a Rogelio que se lo ayudara a cargar hasta la camioneta.
Colombia quedó eliminada en la primera fase, en el grupo donde avanzaron Estados Unidos y Rumania, lo cual evitó una de las 2 cóleras de Hernando al dejar saber, de forma incomprensible,  que menos mal habían perdido el televisor. La otra fue un poco menos  intensa  al estrenarse como  tío de un carajito del chatarrero quien algunos meses después también cargó con su hermanita Mercedita, la mulata de las nalgas casi perfectas.


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