La noche de
una fecha ubicada en el paro petrolero del 2002, Neptalí Vázquez tuvo el
atrevimiento de invitar a Said, Kike y su hermano Pedro a tomar unas cervezas
en el local que venía impulsando con muchos sacrificios en el centro comercial
del este. Las latas de las águilas ya arrugadas por la fuerza de la sed,
marcaban el final de una jornada futbolística en la cancha anexa del estadio
polideportivo donde celebramos un juego más con el conjunto de Locutores. Un
equipo que se amoldaba a todo, incluso, las goleadas.
Las
condiciones políticas que se vivían en Venezuela, luego del fallido intento de
golpe de estado y la dura posición asumida por Hugo Chávez, había producido un
paro en la industria petrolera nacional que pretendío, entre otras cosas, forzar
el colapso del gobierno chavista.
La escases
de productos de primera necesidad, entre ellos la venta libre de cervezas,
amplió el contrabando de productos colombianos que se comercializaban en los
mercados de la ciudad con muy pocas regulaciones.
La colecta
alcanzó para dos cajas de cerveza águila que fueron despachadas de un sorbete.
Kike, con fama de gastar poco, lanzó el anzuelo que rápidamente reforzó Said, para
ir a otra parte a buscar cervezas. La ley seca impuesta en el estado daba muy
pocas opciones a los sedientos pichirres que, aún con esa fama, encontró rápida
respuesta en Neptalí que se avivo a ofrecer su local para que fueran a
consumir.
Me apresuré
a tomar mi vehículo para irme a casa, ante la inminente disolución de la
celebración. Said se asomó por la ventanilla del copiloto y me dijo, “marica
vamos que Neptalí nos esta invitando para su local”, ante mi indecisión abrió
la puerta y se arrellanó e inmediatamente invitó a Kike quien, luego de algunas
frases toreras de despedida subió a la parte trasera, haciendo chistes de quien
iba a pagar la cuenta.
La
incógnita prevalece y eso quería preguntarle a Said el pasado 4 de diciembre
cuando sus restos fueron introducidos en el vagón mortuorio. Venía viajando del
exterior cuando me enteré del fallecimiento del "mataor" y por supuesto, aunque
no éramos manifiestos amigos, en algunas oportunidades me llamaba en horas de
la madrugada para charlar algo de su repertorio.
Muchas
veces compartimos trabajo en la Vuelta al Táchira y otros eventos deportivos
donde, desde nuestras responsabilidades, rajábamos de alguien del medio.
En algún
tiempo nos dimos por comentar de bohemia. Said era de esos inconformes que
disfrutaban de las letras de Joaquín Sabina, Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo
Milanés y otros cantantes folclóricos del continente.
“Entre un hola y un adiós”, la ocurrente
composición del Nano Serrat dice “por más que alargué los brazos, nunca te
llegué a tocar”. Conservé la esperanza de verle en los últimos instantes que
solicitan los familiares al culminar las exequias, pero nadie se atrevió.
Adiós Said,
ahí queda la cuenta, también sus recuerdos. Dale Mataor…